Carta a mi madre


CARTA PARA MI MADRE


Si Dios en sueños me dijera que me concedería el milagro de volver a verte, pasaría todo el tiempo esperando a que llegues, porque solamente ahora que estás ausente he podido entender la falta que me haces, porque ahora aprendí a saber el valor de una madre y el significado de su presencia.

Si yo tuviera un minuto para hablarte, cada segundo desearía que sea eterno, para decirte que fui infame al perderme en la vida, que debía descubrir mi alma para que a borbotones se derrame mi gratitud, que debía haber cuidado de ti, no para prolongar tu vida, sino para deleitarme con tu cariño, para volver a ser niño, para volver a ser inocente, para aprovechar tus experiencias, tus sueños y tu vida.

Si volviera a conversar contigo, ¡Madre!, No sabes que jamás me cansaría de decirte que te amo, que venero tus canas, que bendigo tus sueños, te diría que estoy cuidando, los principios, que sembraste en mi alma y que he tratado de sembrarlos en mis hijos.

Si pudiera volver a oír el latido de tu corazón, yo lloraría tanto no de angustia sino de dicha, al saber que aún palpitan las entrañas de mi madre.

Si pudiera volver a verte y sentir las caricias de tus manos, volvería a saber que bastó una mirada para que entre tu y yo haya nacido la eternidad, que importa que haya sido ingrato, que más haya olvidado de tantas cosas, que importa que haya descuidado cuidarte y amarte durante la vida que tuviste, tu alma ha sido eterna, porque en vida y después de ella aún existes junto a mi.

Si pudiera volver a besarte, besaría tus arrugas que son el reflejo de mis travesuras, besaría tus manos que moldearon mi vida, besaría tu alma que desbordó mi existencia con sueños, con ansias, con poesías que ahora las recuerdo y que hacen feliz mi espíritu.

Si pudiera volver a vivir contigo, detendría el tiempo para inclinarme reverente ante tu alma y gritaría a los cuatro vientos, a todas las razas, a todos los hombres, a todas las edades, a todos,... a todos, a los nacidos, a los que nacen a los que nacerán y a los que volverán a ver la luz; les gritaría que la vida que tenemos es el esfuerzo de nuestra madre.

Si pudiera gritar lo que eres para mis entrañas, yo diría que he aprendido tanto de tu vida y de tu alma, que una madre es el principio y es el final de un sueño hecho realidad.

Si tuviera que volver a soportar el dolor de la muerte, yo lloraría tanto al saber que no volverás jamás y me alegraría al saber que sembraste en mi alma el valor de lo pequeño y de lo inmenso, de lo claro y de lo oscuro, de la bondad y de la miseria, del amor y del perdón.

No tuviste libertad de escoger la vida, tampoco has tenido la oportunidad de escoger el momento de la muerte; pero al cerrar tus ojos, no volverás a ver jamás la luz, pero tú madre mía, serás la luz de mi camino y cuando tu estés durmiendo en paz yo caminaré sin descanso para volvernos a encontrar, en ese sendero que se llama Dios.

ANONIMO

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